Con “Sculptures of Anything Goes” y el frenesí el público por ver a su ídolo Alex Turner una vez más en el escenario, la banda de Sheffield volvía a dar un concierto en solitario en nuestro país después de cuatro años. Los ánimos explotaron enseguida con la estruendosa interpretación de “Brianstorm”, y así se mantendrían durante los siguientes 20 minutos mientas el grupo repasaba algunos de sus temas más pesados.
La zona general se convirtió en un caos por un rato; decenas de personas comenzaban a irse para atrás en busca de aire y espacio, pues los cuerpos apretujados y la nula movilidad resultaron demasiado para muchos. Aun así, el espíritu de los fans se mantenía. Turner, a pesar de hablar poco, mantuvo un estrecho vínculo con los asistentes a través de su magnética presencia, irresistible para la mayoría.
En esta ocasión, a casi un año del lanzamiento de The Car, los británicos por fin se involucraron más con los temas del disco, a diferencia de su presentación en el Corona Capital del año pasado. “Hello You” y “Perfect Sense”, además de los sencillos (“There’d Better Be a Mirrorball”, por cierto, pinta para convertirse en una favorita de sus seguidores), nos sumergieron en esta era de la agrupación, bastante madura e interesante. Las ejecuciones de estos temas aparentemente calmados se sintieron más expandidas y ruidosas; “Body Paint”, por ejemplo, con un poderoso outro, fue ejemplo de ello.
La nostalgia también fue parte importante del concierto. “Fluorescent Adolescent” y “The View from the Afternoon” nos transportaron a esa época de principios de siglo en la que unos jovencitos con barros sorprendían a propios y extraños con su rock directo y fresco. Hoy, 20 años después, nos encontramos con una banda en todo su esplendor, en total dominio de su oficio y convertida en uno de los actos fuera de los géneros de moda que sigue cultivando nuevos fans; fue grato ver a muchos jovencitos disfrutando a tope y cantando todas las canciones.
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En cuanto a la producción, Arctic Monkeys no es un acto que se distinga por gastar demasiado en parafernalia, pero la bola disco, una pantalla en forma de círculo y un filtro retro en las pantallas fueron suficiente para darle a la noche una vibra afín a la identidad más seria que Turner y compañía han construido desde su disco anterior.
La única queja sería la obsesión con algunos temas del AM, que desde hace más una década no salen del setlist. Si bien es cierto que “Arabella” o “Knee Socks” siguen causando buena reacción en la gente, no estaría mal que las cambiaran por algunas diferentes de otras discos, pues queda la sensación de que sus conciertos se repiten un poco por más que pasen los años.
De cualquier manera, Arctic Monkeys cumplió con un enorme show que ni siquiera el susto de un posterior temblor pudo superar. Difícil sobrepasar lo que el grupo había hecho sentir a miles de fans en el Foro Sol.
Por: Diegoberto
