Con una enorme expectación por sus shows, quizá solo superada ahora por la de Taylor Swift, la neoyorquina de nacimiento, pero californiana de corazón, se presentó ante un lleno total y decenas de miles personas deseando quedar destrozadas emocionalmente por las letras, la voz y la presencia de su artista favorita, y vaya que lo logró.
Del Rey no es de esas cantantes que se la vive de gira; un concierto suyo es una rareza actualmente, y quizá por eso ha desarrollado cierta aura de misticismo alrededor de su figura. Este año, la estadounidense volvió a los escenarios para promocionar Did You Know That There’s a Tunnel Under Ocean Blvd y, de paso, hacer un recorrido por su trayectoria, que, aunque todavía corta, ya puede definirse como influyente.
Su voz y la de 65,000 fans fue una sola casi durante todo el concierto, sobre todo cuando sonaron clásicos modernos del pop alternativo como “Summertime Sadness”, “Born to Die” o “Young and Beautiful”; de hecho, en varios momentos resultaba complicada escucharla a ella.
Pero lo sonoro no era lo único por apreciar. Lana Del Rey nos introdujo en su narrativa a través de un peculiar escenario extraído de un imaginario de sus canciones; unas escalinatas con luces propias eran la entrada a un pequeño universo que parecía salido de un teatro. La utilería, desde un árbol y dos columpios hasta una pequeña sala en la que la protagonista acudía en diversos instantes para ofrecer breves pero convincentes actuaciones, complementaba el espacio y enfatizaba el aspecto teatral del espectáculo —parecido a lo que hizo C. Tangana con El Madrileño—. Y eso no es todo, ya que las coristas, las bailarinas y hasta los músicos —destacó lo hecho por el pianista Byron Thomas— hicieron lo suyo dotando de más vida al show. Tampoco podían faltar los visuales, que mostraban una combinación de extractos de sus videoclips, videos caseros y filtros muy llamativos; especial fue el momento en que Lana y sus bailarinas quedaron completamente en el suelo durante un número completo, ya que la pantalla las mostraba como si estuvieran acostadas en la playa gracias a un oleaje sobrepuesto.
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Volviendo a lo musical, el concierto también se caracteriza por versiones cortas de algunos temas, probablemente para abarcar más del repertorio de la artista, lo cual, en verdad, le viene bien al ritmo de la presentación. “Cinnamon Girl”, “A&W”, “The Grants” y “Get Free” fueron prueba de ello.
Pero la gran protagonista de la noche fue la voz de Lana, impecable de principio a fin. Escuchar “Video Games”, “Arcadia” —con todo y un enorme baño de luz generado por los fans— y “Did You Know That There’s a Tunnel Under Ocean Blvd” fue un ejercicio de relajación y asombro absoluto.
“Lana, hermana, ya eres mexicana”, gritaron los fans después de compartir con ella casi 10 minutos de tracto directo cuando se bajó a recibir cualquier cantidad de regalos. Sin duda, uno de los momentos más inesperados pero curiosos de la noche.
Lana Del Rey nos entregó un espectáculo que consigue un raro equilibrio entre lo masivo y lo íntimo. La melancólica diva cumplió con cada una de las expectativas depositadas en ella. Un excelente preámbulo para lo que ocurrirá dentro de unos días en el mismo lugar.
Por: Diegoberto